Todos los meses se realiza el "CAFÉ LITERARIO LETRARTE" en el Centro Cultural Eugenio F. Virla (25 de mayo 265, S. M. de Tucumán) - !!NO FALTES!!. Llevamos ya 10 años consecutivos.

Santos Vergara (Orán-Salta)


SANTOS VERGARA





Santos Vergara,escritor y artista plástico, nació en San Ramón de la Nueva Orán (Salta) en1955 y egresó como Profesor en Letras de la U.N.Sa. Sede Regional Orán en 1985. Como artistaplástico realizó numerosas exposiciones de sus dibujos y pinturas, ilustrólibros y revistas de Orán y realizó junto a Damián Cortez las esculturas“Monumento al aborigen” (plaza Santa Marta), “Mariano Moreno” (plaza homónima)y “Hombre americano” (Escuela Patrón Costas), en la ciudad de Orán. Fundó elGrupo Vocación de Orán que durante 20 años (1982-2002) realizó una intensalabor cultural en la región. Publicó los siguientes libros: “El cuentista”(cuentos, 1996), “Las vueltas del perro” (novela, 1998), “Orán Trópico Corazón”(relato histórico, 2008) y “Cuimbae Toro” (cuentos, 2009) Recibió importantesdistinciones en diferentes certámenes provinciales y nacionales. Actualmente sedesempeña como docentes de lengua y literatura en instituciones secundarias yterciarias de Oràn y dirige la publicación cultural “Cuadernos del Trópico” quese distribuye por todo el país.






LA SIESTA



El sol es unanaranja de oro incandescente colgada en el centro del pueblo. Las calles pasanrepletas de luz quemante. Nadie se anima a cruzar esos ríos. Nadie. Un perro delengua babeante navega sobre su propia sombra, buscando la otra orilla. Sobreel cordón de la vereda y en perfecta formación los árboles esperan en vano elpaso del aire. Dentro de las casas, el sueño es un hilo de gelatina enredándoseen el delirio de la almohada. Cien mil conciencias se calcinan en el fuegolento de la siesta. La corneta del heladero traza una diagonal en el silencio ylos cubitos helados caen dentro del sueño, deliciosamente frescos. Pero prontose diluye todo. No bastan las explosiones de los mangos sobre el techo pararomper el hechizo del trópico abrasador. Ebrias las cabezas buscan en lablandura el hueco de la otra mejilla, y el sueño sigue girando sopor adentro,buscando la frescura de sus aguas más profundas. En la pared, reloj es unaaraña tediosa andando sobre el tejido preciso de las horas.

Si la tardearrojara un puñado de frescor sobres los patios, sobre las calles y las plazaspor donde el oro caliente del verano se derrama, entonces el pueblo volvería avivir. Pero las sombras todavía están lejos, demasiado lejos.


CAMINATA



Aquí vivo o muero,en la nostalgia de estas cuatro paredes. De tarde en tarde me invento unaalegría y salgo a caminar por las calles de la vida. Mi sombra cruza entonceslos espacios de siempre, las esquinas turbias del anochecer, las veredas sinnombre, los umbrales de piedra donde anidan las risas y las voces ajenas. Depronto, el pueblo parece despertar en sus faroles encendidos y las sombrasescapan calle abajo, hacia los tapiales del olvido. Una lluvia amarilla ytriste va mojándome por dentro. Pasan a mi lado los rostros de la indiferencia,los que corren detrás del candor de otro sueño, mientras mis pasos me llevanhacia al bar de siempre. Soy un fantasma sentándose en la mesa de nadie. Bebosorbo a sorbo el líquido transparente y amargo de un antiguo dolor. Del otrolado de la ventana veo pasar, agazapada, a la felicidad.

Luego, cuando elsilencio invade las esquinas y el sueño traspasa todos los umbrales, regresopor las calles vacías del pueblo, hacia ese retazo de nada que soy.


EL CANTAR DE COYUYOS



Rodar por lascalles de Orán en las vísperas del estío resulta una aventura prodigiosa. Es unviaje a la médula de la luz y del sonido, un regreso luminoso al origen mismode la música. Basta con avanzar entre los últimos árboles de pie, en lasmárgenes de la ciudad tropical, pedaleando sobre ese río de oro que se derramapor las calles en la siesta, para sentir en el aire la melodía infinita de loscoyuyos. Es una inmensa orquesta de flautas siderales, memoria vegetal hechapuro sonido. Entonces la tarde se abre como un arco sonoro sobre la tierra ypor ella escapa nuestra infancia hacia el árbol donde habitan los coyuyos, paraatrapar con los dedos la transparencia de su música. Escuchar esos cantostraslúcidos es una experiencia auditiva única, incomparable, tan ancestral comoprofundamente íntimo. Salmo de algarrobas, letanía de coyuyos, han tratado dedefinir los poetas a esta ofrenda que viene del cielo, o de la tierra, que esdonde duerme el canto de los coyuyos, hasta despertar en cada primavera.

Porque la raíz deesta música es un misterio. Hay quienes dicen que el coyuyo o cigarra grande esun bicho cantor cuya larva vive quince años en la raíz profunda de los árboleso en las oscuras galerías subterráneas, para luego salir a la luz. Y que sonlos machos los que, en un gesto romántico sin igual, cantan para llamar el amorde las hembras.

Nada me evoca tanprofundamente la proximidad de la Navidad y del Año Nuevo como el cantar de los coyuyos. Seanda por esos días sonoros como por dentro de una inmensa caja de melodías sinfin, con la nostalgia de veranos pasados, con las imágenes de estudiantesarrojando papeles en la despedida, con olor a mango maduro y plantas recién florecidas.Y la abundancia del sol sobre las calles. Los coyuyos musicalizan la siestahasta que las tormentas apagan finalmente su canto.

De regreso por losañosos algarrobos que aún resisten en los suburbios, se me ocurre un deseoparticular y definitivo: que mi viaje por la calle más larga del pueblo, caraal cielo, tenga la maravillosa música de los coyuyos. Me bastaría con eso, ytoda la envidia de los ángeles.



Para regresar pulse Página principal