CELIA AICZICZON DE FRANCO
Doctora en Artes (área Estética). Profesora en Filosofía, graduada en la Facultad de Filosofía y Letras U.N.T.
Ha publicado libros y trabajos de investigación en revistas nacionales e internacionales; libros de ensayos y poesías tales como “Mito, Fiesta, Rito”; “A 50 Años de la Creación del Inst. Superior de Arte”; “Lodo y Cenizas”, “Antígonas Modernas”; “Eros&Thanatos” entre otros. En 2009 ganó el primer premio de poesía de la Editorial “Los cuatro vientos” que consistió en la publicación del libro próximo a editarse “Laberintos de la Memoria y del Olvido”.
EL ANGEL
De pronto, así de pronto
en un día cualquiera
el ángel te abandona,
te suelta de la mano,
-¿ o fuiste tu,
quien soltó la suya?
y sientes la caída ...
El suelo que se agrieta
y el embudo te engulle,
y no ves el final.
Un golpe y otro golpe
y el cuerpo que te duele
golpeando las ásperas paredes
y sientes en el alma las heridas
y el fondo que no llega,
sin luz que se vislumbre
y con ese dolor que duele tanto.
Y tu estiras la mano
sin encontrar salida.
Al otro lado
Nadie...
PLENITUD
Iridiscencias de los cuerpos
la piel exhala
perfumes
mirra y de jengibre.
Las manos sobrevuelan
sobre los montículos de tus senos
y tu pubis
en una exaltación de los
sentidos,
en el goce no permitido
de la felicidad plena.
INSOMNIO
El insomnio acorrala la noche,
la atrapa entre sus redes,
y teje su tela de fantasmas,
de ensueños,
de finas fantasías.
Laberintos por donde viaja la memoria,
buscando el centro
que , esquivo,
se desvanece en nuevos desencuentros.
SERENIDAD
Es tiempo de frenar tempestades,
de recoger las velas
hinchadas por el viento
y regresar a la tranquila orilla.
Es tiempo de mirar hacia atrás
-sin renunciar al corto
futuro que nos queda-
con el alma serena
contemplar lo sembrado y la cosecha
y los maduros frutos,
una vida ya hecha.
Es tiempo de mirarse a los ojos,
mirarse en el espejo
que sagaz nos descubre
que la vida está siendo,
pero también que ya fue.
Es tiempo de amainar rebeldías,
de sentarse a la
orilla del mar
-y si es posible-
de gozar el espacio
y del tiempo
que queda de la vida.
Que cuando la muerte venga
- no sólo a visitarme-
sino para llevarme
con ella para siempre,
que sea en verano o primavera
cuando el sol caliente
mi piel inerte
y los jazmines
empalaguen el aire
y perfumen mi cuerpo
y –quizá entonces-
el ángel olvidado
me levante en sus alas
para poner fin a la fatiga diaria.
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