Elvira Alejandra Quintero Hincapié Nació en Cali, Colombia. Arquitecta y Magíster
en Literaturas Colombiana y Latinoamericana. Profesora de Literatura en la Universidad del Cauca,
Popayán, Colombia. Publicó: Los nombres de los días. La Mirada de sal. La Ventana. Cuaderno
de Ana Ríos. La Noche
en Borrador. Hemos crecido sin derecho.
Todos los días
Me levanto y no rezo.
Me repito que no volveré
a lo mismo de ayer.
Reinicio el desordenado
ritual de preparar cuerpo y ánimo para mostrar al mundo:
La prenda apropiada busco
en el armario, la frase que taladra silenciosa mis oídos pronuncio en el
silencio de mi boca.
No sale, se guarda, se
recoge. Se unta maravillosamente de otros gritos que también quieren salir.
Todos los días me digo
que no puede ser más esto.
Que no lo volveré, que no
lo haré, que lo diré.
Y después de haber gozado
en el sufrimiento de intentar aclarar mi pensamiento en la escritura, repito el
desorden, la ambición, la locura, la codicia, y me digo que mañana será por
fortuna otro día, en que habrá tiempo para los buenos propósitos.
[Del libro Los nombres
de los días: Colección Poemas Humanos, Ediciones Veramar-Revista Escarabeo,
Bogotá, 2008]
Ella habita el mundo que
le dejó su padre.
Su padre recio y tierno,
Cuando se levantaba en la
niñez a jugar frente al espejo,
Haciendo muecas para que
ella riera.
Parece que se hubiera
detenido la vida.
Los días de la pasión en
el bosque, con su amado, están tan lejos.
Tan lejana la gloria y la
dicha, el deseo de correr en las calles desocupadas.
¿Hace cuánto sus labios
no besan?
¿Hace cuánto no recorre
la electricidad su cuerpo?
Y los pasos,
¿Hace cuánto la llevan
nada más que a los sitios permitidos, bajo toda la luz del día, en qué
obediencia?
[Del libro Los nombres
de los días: Colección Poemas Humanos, Ediciones Veramar-Revista Escarabeo,
Bogotá, 2008]
El olvido
La niña que fui se empina
para mirarme.
Me da un codazo. Me
pregunta si he olvidado la pregunta.
Le digo que no he cesado
de repetirla.
Su mirada se vuelve más
redonda.
Le digo que no tengo la
respuesta, es más, la pregunta ha crecido.
Otra niña se nos acerca
intrigada. Soy yo unos años después.
Nos muestra un viejo
cuaderno y contonea su cuerpo con vanidad.
Dice que escribe.
¿Recuerdas?
Nos habla de un príncipe
que toca el violín y ha desterrado de sus sueños el silencio.
Le digo que se ha ido.
Me grita que no me meta
en su vida, que le deje su paz.
Le digo que la perderá lo
mismo que al príncipe.
La niña que primero fui
interviene. Pregunta si un príncipe es algo tan valioso como para formar la
guerra entre nosotras.
Me preocupo.
Temo que las muchachas
que después fui aparezcan ahora preguntando cada una por sus tesoros.
[Del libro La ventana.
Cuaderno de Ana Ríos: Colección Escala de Jacob, Universidad del Valle,
Cali, Colombia, 2003]
Amanecer
Nuestra habitación
se llena con las diarias noticias.
La cortina trata de
impedir la entrada del mundo, débil transparencia de tul ondeando caprichos,
ignorando la luz que presagia otra rutina.
De pronto yo quisiera
levantar el vuelo y atravesar paredes
Hablarte de la tierna
pesadilla que me hacía gritar
Del canto de los pájaros
que se ahoga entre la bulla lenta de los carros
Del insistente olor a
guayacanes que me quedó como mensaje de tu amor.
Pero dejo a mis fantasmas
dormir sobre la almohada, y recorro nuestra habitación rescatándola de un poco de
noche que quiere seguir el camino de los besos.
Ahora debo vestir mi
ansiedad
Maquillar la lenta agonía
de los sueños
Enumerar de una vez por
todas las razones que me levantan al día.
Y ahogo el grito
Pregunto a Van Gogh por
la alucinación del trigo
Por su mirada que me
acecha desde un rincón de la pared
Y
Cómo quisiera levantar el
vuelo
Y atravesar el día sin
que me deje huellas.
[Del libro La noche en
borrador: Premio nacional de poesía Ciudad de Chiquinquirá, 1999,
Colombia].
Para regresar pulse Página principal