Todos los meses se realiza el "CAFÉ LITERARIO LETRARTE" en el Centro Cultural Eugenio F. Virla (25 de mayo 265, S. M. de Tucumán) - !!NO FALTES!!. Llevamos ya 10 años consecutivos.

Daniel Gonzalez Rebolledo (E. Rios)

DANIEL GONZALEZ REBOLLEDO

 Daniel González Rebolledo, Magister Scientiae de la Universidad Nacional de Entre Ríos, Profesor de Matemática y Cosmografía, Escritor, Poeta y Dramaturgo entre-riano. Vive en zona rural del Litoral Argentino. Ha publicado poesía, cuento, texto dramático y novela, recibiendo premios y distinciones en los distintos géneros a nivel regional, nacional e internacional En Letrarte 2011 presenta su segunda novela de reciente aparición LA NOVIA DEL CLÉ, editada por Simurg Ediciones, Buenos Aires.


EL FINO CRISTAL MARCADO
   “Hay un barrio por el que avanzan dos jóvenes hermosos; ella, como a volandas de él, parece drogada. El barrio está lleno de gente durmiendo entre cartones, algunos rufianes los miran pasar con cierto desdén. Indiferentes, ellos parecen no ver a nadie. Golpean la puerta de una casa igual a las otras de ese barrio marginal, les abre la puta.
   - ¡Justo salía a ver si levanto algo! – les dice, pero ellos la ignoran y pasan al interior. Allí adentro la chica se dirige directamente a la cama revuelta, el hombre al baño. La puta, quien se hace llamar Margot, se sienta en la mesa de luz, prende un cigarrillo, cruza las piernas con dificultad debido a su estrecha minifalda y mira a la joven que podría ser su hija. Lánguida duerme por momentos y se despierta intermitentemente, como un letrero luminoso, como programada en un isocronismo regular y perfecto. Cada vez que se despierta intenta levantarse, pero vuelve a caer dormida.
   – No podés vivir así…- le dice Margot y en eso escucha que el hombre putea en el baño porque parece haberse atascado el vertedero de agua del inodoro. Se incorpora apagando el pucho con un ademán certero y busca debajo de la cama, saca una cajita de herramientas y la lleva, la deja al lado de la puerta del baño, golpea suavemente.
   - Acá tenés tus herramientas – le dice -  pero si vas a arreglar eso, apurate porque tengo que salir a laburar.  El hombre abre la puerta aún con los pantalones bajados y se agacha a tomar la caja, ella lo acaricia suavemente y él se inmoviliza, ella masajea su culo, su verga, él sonríe más bello aún y dice: – Después.
   Lánguida se despierta una vez más, bosteza y  dice: - ¿Cómo hago para vivir? – Margot contesta mientras enciende otro cigarrillo: - Venciendo esa pereza nociva que te tiene atrapada, levantándote, dejando la merca, saliendo a hacer la vida, como yo.
  Lánguida se incorpora con gran esfuerzo, mira a Margot con un brillo húmedo, una mueca de sonrisa y rabia. Se levanta impensadamente rápida y sale golpeando la puerta sin decir palabra, Margot suspira, pita, exhala suave y sonoramente el humo, dice sin mirar al muchacho que abre la puerta del baño con brusquedad:
    - ¡Alcanzala antes que se mande alguna cagada, y a ver si la dominás de una puta vez!            
   Después que él se marcha con apuro, Margot echa un vistazo al interior del baño, cierra la puerta, corre una cortina de la sucia ventana que da a la calle, sale y se oye el sonido de la cerradura seguido del fuerte taconeo que se aleja.”
   - Parece una escena teatral, como si hubieras empezado a dibujar los personajes para una obra de teatro. Un trío: Margot la puta en decadencia; Lánguida, la nueva adquisición y el fiolo, joven, seductor y muy bien dotado físicamente; según parece - dice Baldo mientras termina de preparar el café instantáneo en un pocillo que tiende hacia su amigo.
   - Sólo sé que soñé textualmente la escena, sólo sé que los tres me parecieron tan reales como vos y yo en este momento, te juro Baldo, los vi, los tuve frente a mí, fui la mano de la puta acariciando el falo del vago, sentí la tersura de ese contacto, su tibieza, también el sabor amargo de ese pucho de Margot, la pereza agónica de Lánguida, todo, hasta que  me desperté. Tuve que escribirlo, rápido, ansioso, para que no se me escapara nada, para seguir estando ahí, con ellos, en ellos… No quería que se me perdieran, no quería dejarlos, estaban tan vivos… ¿Estaré volviéndome chapita?
   - ¡Noo, cómo vas a pensar eso, no estás volviéndote loco, ya lo estabas de antes, de mucho antes Joaco, cariño!
   - Sos una verga, te cagás en todo, vengo desesperado a leerte esto con la conmoción encima, no hace más de dos horas que me desperté, que salí de ese mundo, te lo traje fresquito, y… ¿Qué es lo que encuentro? La burla del maestro Baldomero. ¡Me voy a la mierda, esta vez me ofendiste man. ¡Te podés ir literalmente a la concha de la madre que te recontraparió!
   - Ah la pucha que te dio fuerte, pará, no te vayás así, te pido disculpas, no sabía que estabas tan susceptible Joaco, pará, vení, calmate, te preparo otro café, cerrá esa  puerta que me estoy cagando de frío, concha e tu madre, carajo…. ¡Cerráááá!
   - Ta bien, hablemos, pero no quiero otro café, quedate quieto ahí, calladito, si me interrumpís te rompo lo que encuentre en tu cabeza de chancho, ¿me oís?
   Ahora escuchame, en serio, esto es muy serio, es uno de esos momentos en que el cristal, fino, tallado, de la copa más bella y perfecta que conozcás, al llevarla a los labios, notás que tiene una marca, como del grueso de un pelo, así, apenas perceptible la marca en el fino cristal, pero que advertís sabiendo que el cristal ya está condenado, que esa delgada señal se irá profundizando, acentuando, hasta que se parta, finalmente, y caiga en dos pedazos lo que fue la copa perfecta. Este es uno de esos momentos en que el cristal se marca, en que nos damos cuenta que hay una marca en el cristal y ya no hay retorno, ya nada podrá ser igual, ya no se puede recuperar la acabada y preciosa copa.
   - ¿Puedo decir algo?
   - No, porque si te dejo hablar, si dejo de hablar yo, será para ponerme a llorar para siempre, como el desborde de un río, para siempre Baldo, porque la copa tuya y mía, la metáfora que nos pertenece a los dos, se ha marcado y yo no quiero darme cuenta, y vos tampoco parecés haberlo notado todavía, y si te cuento el sueño de Margot, Lánguida y el fiolo, es para acercarme una vez más a tu tibieza, a tu costado donde siempre me recuesto, y a vos no te queda otra, porque sos educado, bueno, paciente y más viejo que yo… Digo, sé que no te va a gustar esto, pero sí, lo hacés porque sino tu amante joven capaz que se va con otro y vos volvés a estar solo, entonces…..lloro, lloro, porque sé que es así, que este es el momento en que todo eso está pasando, porque también lo soñé, o lo viví con anticipación, como un deja vu, eso somos vos y yo Baldo, un puto deja vu…
   “Esto sí que es un melodrama” piensa Baldo y se incorpora con lentitud. Toma a Joaquín con total suavidad, lo estrecha entre sus brazos, lo mece lentamente, como a un chiquillo, como a una delicada criatura. “Como si fuera él mi fina copa de cristal”, se dice, “mi más fina copa de cristal.” “Si esto fuera otra escena teatral”, piensa Baldo, “ahora bajaría tenuemente la luz, tal vez comenzaría una música bajita y el telón se deslizaría con exasperante lentitud, anunciando el final, previniendo el asomo del tímido aplauso inicial del un poco sorprendido público ante final tan inesperado y emotivo. Pero, basta de delirio, esto no es teatro, o sí, es el teatro de la vida, el melodrama del devenir en este mundo, el incidente emocional de una pareja en un día de tantos, aunque no todos los días se pueda decir que uno intuye que el fino cristal de la copa…”
 -“Que en el  fino cristal de esta copa, me parece que veo la boca, que mil veces mi boca, besó.”- Canta Baldo. Joaquín acentúa aún más su congoja en el llanto, con cierto abandono.
   La luz, curiosamente, baja, como si se hubiera nublado allá afuera, y en un arrebato apasionado, Joaquín se incorpora, toma la cabeza de Baldo entre sus manos crispadas, lo mira de cerca por un momento, y luego, con furor,  con cierto desgarro, le chupa y mordisquea la boca con avidez animal, mezclando la sal de sus lágrimas en la dulce saliva del otro, para salir después, disparado, cerrando la puerta de un golpe que resuena en la cabeza de Baldo como un mazazo.
   En la sinuosa calleja oscura,  Margot le hace una oferta de sexo barato a Joaquín que pasa a su lado sin poder verla,  su mirada está finamente marcada por el dolor. Lánguida duerme parada en un portal. El fiolo, acecha.
                                                           Daniel González Rebolledo – Gualeguay – E. Ríos

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