ROBERTO ALIFANO
Vivió en Chile durante el gobierno de Salvador Allende y despidió a Pablo Neruda cuando falleció a los pocos días del golpe militar. Esto hizo que fuera detenido por la dictadura de Augusto Pinochet y expulsado de ese país. Durante esos años también supo ser amigo de Nicanor Parra, de Jorge Edwards y de Volodia Teitelboim, entre otros.
Desde 1974 hasta 1985 trabajó con Jorge Luis Borges, de quien se considera amanuense. En colaboración con el gran escritor, tradujo las "Fabulas" de Robert Louis Stevenson, la poesía de Hermann Hesse, relatos de Lewis Carroll y otros autores de poesía y literatura fantástica.
- Profesor Honorario de la Universidad de Siracusa.
- Profesor Honorario de la Universidad de Tulane de Nueva Orleáns.
- Académico de Número del Instituto de Cultura de México, que preside el ex presidente de México, don Miguel Profesor Honorario de la Universidad de Dusseldorf.
- de Lamadrid (2007).
ES DISTANCIA
Un día que ya he vivido regresaré a mi pueblo
para encontrarlo vacío
de amigos y de flores.
Las casas serán distintas,
más viejas y resignadas.
Me miraré en sus calles
y seré otro,
de otro tiempo.
Una hoja que el otoño le arrancará a un árbol
se pegará bajo mi pie
como el recuerdo de mis días felices.
Como el recuerdo de mis días felices
se pegará bajo mi pie
una hoja que el otoño le arrancará a un árbol
de otro tiempo
y seré otro.
Me miraré en sus calles.
Más viejas y resignadas
las casas serán distintas.
De amigos y de flores,
para encontrarlo vacío,
un día que ya he vivido regresaré a mi pueblo.
SOLILOQUIO DE LLUVIA
Para desvanecer esta penosa carga
hermoso es evocar
el agua con sonido de la fuente
y muy alto en el cielo
todo el cielo
de un día en otro día que se apaga.
Fueron cosas lejanas y felices,
donde aún cantan calandrias y zorzales
con las voces del viento
desde el verde silencio de una tarde.
¡Ah, las musas del verso
del ojo al corazón sueltan amarras!
¡Ah, destello inocente de una nube
en la piedra ilusoria
que acosa inevitable el horizonte!
Siempre blanco en el viento aún percibes
el silbo de alegría
de aquel duende encantado
jugando al gallo ciego con los niños
en la puesta del sol.
Muy detrás de la ausencia,
por los grises espejos fatigados,
sucede el tiempo pero va tranquilo,
tenuemente sujeto al calendario,
apagando luciérnagas.
Hay un triste país en tu palabra,
y los íntimos campos
festejan a los dioses entre flores
y entregan su pureza
al vuelo de unos pájaros,
que inocentes convocan primavera.
Y tú, tan solo,
aquí,
lloras asido al paso de una estrella,
que ha quedado extraviada;
hablas con el silencio
y con tierno cansancio te acongojas,
evocando entre sueños
la triste mortandad de tu esperanza.
EL DESTERRADO
“…e venni dal martiro a questa pace.”
Dante, Paradiso, 148
Fatigando memorias y distancias
por siempre eres aquél que en cada sueño
despierto se contempla,
sin honor en la tierra,
resignado y en vísperas de nada.
¡Qué árbol gigantesco tu desdicha!
Te lo han quitado todo:
tu patria, la bandera, los amigos.
Con lenguaje de ciego,
desde pasos que van a ningún sitio,
fantasma en estas calles y extranjero,
caminas con el tiempo que es tu sombra.
Silencioso caminas y a mansalva.
Cuando el aire reposa en el silencio
y eterniza el ocaso,
bajo un rayo de luna que se oculta
entonas otra vez tu lejanía:
los amables momentos en tu pueblo
festejado de flores,
la secreta delicia de una novia
que acaso se marchita en la penumbra.
Oh, invencible tristeza
donde cada lamento es una puerta
a tu ilusión quebrada;
esa guerra terrible de ti mismo,
los túneles oscuros de tus días
y otra página en blanco
sin saber qué decir.
Ah, imposible equilibrio
de la sangre y la tinta derramadas,
la voraz impotencia que tortura
aun más que las cadenas del tirano.
Con la boca agravada de nostalgia,
abismando algún rezo vas sufriendo
tu lejano país
y la lucha feroz en tus entrañas.
Tu lento anochecer es una ausencia.
¡Te lo han quitado todo!
¿Qué dignidad puede tener un hombre
sin patria, sin bandera y sin amigos,
sangrando por la herida del destierro?
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