Todos los meses se realiza el "CAFÉ LITERARIO LETRARTE" en el Centro Cultural Eugenio F. Virla (25 de mayo 265, S. M. de Tucumán) - !!NO FALTES!!. Llevamos ya 10 años consecutivos.

Elida Lucagnoli (Córdoba)


 ELIDA J. LUCAGNOLI

Elida J. Lucagnoli, nace en Bahia Blanca (pcia  de Buenos Aires) . Es Maestra Normal Nacional, profesora de Filosofía y Pedagogía.  Se formó en teatro siendo luego transmisora en talleres con niños, jóvenes y adultos. Como escritora, participa de diversas Antologías, Revistas literarias  periódicos, cartillas y plaquetas  poéticas. Obtiene diversos premios en concursos literarios. Hace veinte años que vive  en la ciudad de Córdoba,  donde  desarrolla con intensidad  su inspiración creativa en cafés literarios, participando  varios años en la Feria del libro de esta capital y con el libro biográfico de José Juan Pisano, se hace presente en la Feria del Libro de Buenos Aires en el año 2005. 
Autora del libro de edición artesanal ”De luna y luneríos”.  En diciembre del año 2010 se recibe  de  Psicóloga Social. Actualmente vive en San Marcos Sierras, pueblecito del Valle de Punilla.


   IRREDENTOS

              Sobre el vientre del mar  
             flota la duda
                                     sin edad,
             siguen sus pasos
             habitantes de la luz
                              y las tinieblas
             inventan tiempo
             dibujan horizontes
             los brazos amarrados
 
             la boca cosida
             reducidos a ficciones.


                                                El marrano

Me despabiló  la voz de la azafata: “ Se anuncia a los señores pasajeros que estamos
sobrevolando la ciudad de Lisboa  en dirección al Aeroporto da Portela”.
Durante todo el viaje recordé la  noche en  que  opté  por la verdad.
Vivíamos en Lisboa.
Hacía bastante que, agazapada a la ventana de la esquina de casa, contemplaba el movimiento del barrio y   el cielo sin  estrellas
Mamá gritó:
- Ira, basta ya!
Hace tiempo que está enferma. Vive enfadada.
- Cerrá la persiana Ira!
Todo le molesta. Con Marcos era más suave. Creo que su partida la guardó en la cama.
- Va a llegar tu padre!
Las discusiones entre ellos  son continuas. Creo que es una razón suficiente para que papá  se  ausente tanto tiempo  de casa.
Cuando  regresa, cierra la puerta del dormitorio y hablan  en voz baja,  hasta que la conversación se convierte en una tormenta.
No entiendo lo que sucede entre tanto, la discusión siempre termina con las mismas palabras: ¡ Por tu culpa! ¡ Por  la tuya!
Insiste:
-            Cerrá la persiana que escucho subir a tu padre, Ira. Se enojará con las dos!
-            Mentira. Si querés saber por qué sigo aquí  acercate  a ver con tus ojos lo que yo veo.
-            ¿Qué podés ver? Está tan oscuro y húmedo…
-            Hermosa   noche  para ocultar ciertas cosas.
-            Qué decís Ira
-            Esos tres hombres conversan hace tiempo en medio de la neblina cubriéndose el rostro con los paraguas.
-            ¿Qué puede interesarte? Retirate de allí.
-            Algo están tramando.
-            ¿Qué decís?
-            Por momentos alzan la voz y con la mano libre hacen gestos amenazantes.
-            ¿Todo eso ves?
-            Escucho como da vueltas en la cama. Está ansiosa por venir, pero no lo hará, para acentuar su debilidad.
-            Sí.
-            Nadie tiene derecho a  meterse en la vida de otro.
-            Mamá,  faltan poco días para las Pascuas…
-            Así es.
Una respiración profunda acompaña a su respuesta.
-            Quiero saber si va a venir el tío cura.
-            Claro, creo que sí, desearía que así fuera, tiene que venir…
-            Y qué vamos a festejar ¿ la libertad o la esclavitud?
-            Ira no hables a los gritos en la ventana!
-            No hago más que repetir lo que dicen esos tres hombres en la esquina, mamá.
-            Dejá tranquilos a esos hombres y andá a tu habitación.
-            Es que quiero saber cómo termina la discusión, si la razón la tienen los otros o la tiene papá.
-            ¿Papá?
De golpe se sienta en la cama.
-            Sí, te dije que vinieras a ver con tus ojos. Uno de  esos hombres de traje oscuro y paraguas en la mano es papá.
Olvidando sus nanas, de un salto, está a mi lado.
-            El más gordo, es o no es papá?
-            Pareciera, creo que es..
-            Y los otros quiénes son?
-            No sé.
-            Yo sí.
-            No alcanzo a verlos, tantos días en la cama y tan oscuro afuera…
-            El de la derecha es León Ostrovsky, el del medio David Liberman y el de la izquierda Isaías Levy, o sea papá.
-            Tan tarde y con esta noche en medio de la calle…
 -   Tenés miedo mamá,?
-            Puede suceder algo malo.
Mamá  comenzó a temblar. Hacía gestos despegados de palabras. Sentí  lástima, no solo por ella , pero  también sentí odio.
-            Algo malo como qué mamá?
-            No sé , tantos días en cama, ni sé que digo…
-            El remedio para tu enfermedad,  no estará en que hables? ¿Que algún día digas lo que de verdad pensás y sentís?. ¿Que todos sepamos de qué habla la familia cuando susurra?
-            Callate Ira, me duele mucho el pecho.
-            Que todos sepan que cuando Marcos estuvo internado  no estuvo enfermo, sino circuncidado.
-            Tené compasión Ira…
-            No sería posible que la abuela se  recupere de su sordera cuando escuche rezar las oraciones de su religión y en idish?
-            Por favor Ira, por favor…
-            Si nada se ocultara, quizá, yo podría decir en la escuela que Levy es Vilej al revés, para que sepan que somos judíos.
-            De dónde sabés  eso Ira?
-            De escuchar y no hablar mamá.
-            Han pasado siglos  hija…strovsky, em eOsOooooOOOOoo          y todavía vive entre nosotros. Tantos años viviendo con terror, evitándonos unos de otros, escondiéndonos, ocultar, ocultar, ocultar… el hombre  hace la historia  ocultando.
-            Ocultar para qué mamá?
-            Para sobrevivir hija, para sobrevivir.
-            Hasta  querer desaparecer, ¿verdad mamá?
-    Baba es un tótem  resguardado por el silencio y la ceguera. Entre todos los abrigos encimados que la cubren  podrían  reconstruir la historia de la familia.
Siempre me impresionó   la abuela.  De pequeña me sentaba frente a ella a la hora de comer. No podía apartar los ojos, de su boca  sin dientes. Me imaginaba, cuando  la abría  para llevarse un bocado, que decenas de otras se abrían dentro de la de ella.  Sus antepasados hambrientos comiendo juntos.
Lo contrario me sucedía con Papú. El abuelo tenía ojos brillantes de mirada aguda. Sus manos delicadas, solo  tocaban joyas de valor.
Cuando alguna vez lo acompañé  a su negocio,  escuchaba  atentamente ese idioma que sonaba  bello a mis oídos. Solo lo hablaba  con dos o tres clientes detrás de la cortina de terciopelo rojo.
Con suavidad me pedía que fuera a  la puerta  y le  avisara si llegaba  alguien. Cuando quedábamos solos  les canturreaba  a los diamantes, los anillos con rubíes  y los medallones de oro. Recordaba las canciones de cuna que  su mamá le había susurrado. Yo deseaba que esa mañana o esa tarde, no terminara jamás.
-             ¿ Quién colocó el crucifijo  sobre la tumba del abuelo?, le pregunté de con iindignación .
-            Basta Ira, callate, basta de preguntar!  Parecés un inquisidora!
-            No mamá,  no me callaré como vos, como la abuela. Siempre escuché, leí, observé, como escucho y observo ahora a papá en esta noche oscura y de neblina que lo humedece todo y  tanto te asusta.
-            ¡Hubieras querido vivir lo que vivió nuestra familia!
-            ¿Por qué se suicidó tu hermana Judith? Un buen cristiano no se suicida y tampoco un buen judío.
-            No, si no se suicidan los matan!
-            Voy entendiendo algo más. La cobardía, con qué clase de judíos tiene que ver?
-            Ira, basta, vos me vas a matar, vos, mi hija.
-            Nadie se muere porque sí mamá. Él decide cuándo y cómo. ¿o no? No tenés fe mamá?
-            Sí, claro que tengo fe.
-            En quién, en qué Dios mamá?. Hay que tener claro en quién, sino la fe puede producir un infarto. O un marrinicidio.
Estaba tan ausente de esta vida la pobre que no se dio cuenta cuando me cubrí  la cara para ahogar mis sollozos. No ver lo que sucedía  abajo,  no gritar lo que me ahogaba hacía tanto tiempo.
-            Tu padre  está abajo todavía, Ira?
Escupí el rencor que no me pertenecía  solo a mí, sino a millones  de seres humanos errantes por el mundo, buscando un lugar para vivir en paz. 
-            Sí mamá, los tres. El marrano y sus enemigos. Solo que ahora los paraguas se convirtieron en relámpagos descargándose sobre el cuerpo caído. No escuchás los gritos, mamá.
-            Quién grita?
 Dos gritan ¡Marrano maldito! al que está en el suelo.



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