LUIS ALBERTO AMBROGGIO
LUIS ALBERTO AMBROGGIO nació en Córdoba, Argentina (1945). Es Miembro de la Academia Norteamericana de la Lengua Española y de PEN. Ciudadano de los EE.UU. donde reside desde 1967 con Diplomas de postgrado en Filosofía y Letras, Ciencias Sociales y Administración de Empresas: piloto y empresario aeronáutico. Es Director de la Academia Iberoamericana de Poesía en Washington, D.C., miembro de SIADE, de la Academy of American Poets, de la ACH y Prometeo. Diez poemarios publicados hasta la fecha contienen su poesía que abarca casi medio siglo de creación.
Crítico de Teatro y ensayista cuya investigación se ha especializado en la poesía de los Estados Unidos escrita en español, bilingüismo e identidad y en el estudio crítico de poetas como Rubén Darío. Su obra poética ha sido seleccionada para los Archivos de Literatura Hispano-Americana de la Biblioteca del Congreso de los EE.UU. Sus poemas están parcialmente traducidos al inglés, francés, rumano, turco, portugués e italiano.
El peso de los cuerpos
“Al fondo de las tumbas
Al fondo de los mares
Al fondo del murmullo de los vientos”
Vicente Huidobro
La sentencia de un cuerpo
vence la apatía de los dioses.
Cuerpos dóciles ante la furia de las ondas.
Cuerpos aferrados al morir y resucitar
y ser luego luminosos.
Cuerpos que son árboles,
que son ríos, que son mares,
que son tierra humedecida
que son clamor y ausencia,
avanzan en el viento
y lloran y reclaman millones de veces
el camino de vuelta
porque nunca pierden la memoria.
Cuerpos-espíritus que se elevan
desafiando a la muerte
como una lumbre sin tregua.
¡Nosotros les damos a los cuerpos sus alas!
TURNO CON EL CRÍTICO
Doctor, le traigo un yo poético recluso
para que lo examine bajo su lupa.
Que le confiese su narcisismo con los verbos,
la oscuridad acumulada bajo sus frágiles muros,
sus enojos incontrolables con las estatuas de cera;
por qué rehusa ser construido por los sueños
y desconstruido por tizas de uñas largas;
cómo sus sollozos crujen en estrofas cinceladas
y un silencio bien portado enmudece sus gritos.
Que le cuente sus juegos insensatos con la luna,
redondez fiel que cada tarde lo visita,
y las tempestuosas pesadillas con iniciales sueltas.
Indague si está hecho de otra esencia, doble que ama
mis amantes y destapa mis gestos olvidados,
mis frutos, huesos que florecen sonrientes en la noche;
si sus padres se han muerto; si es un pájaro perdido
yendo de templo en templo, torres mortecinas,
chocando a veces con lumbres, ventanales y fuegos.
Que le detalle el rosario de sus orgasmos, su sable prolífico,
las cadenas de mil dolores que a diario por otros reza
y porqué se viste de estilo y se desnuda en público
desafiando con su capricho hartos cánones y consejos.
Que le abra sus baúles con harapos de espejos, humos,
ecos con la suavidad turbia de tres códigos promiscuos
y también el corazón que rema violentamente melodías
de amor y de pérdida, tonos clásicos y a la vez profanos.
Ese yo, temible y frágil como un ángel,
tuvo la audacia, la culpa y la suerte de escribir poemas.
Cuando usted, doctor, lo explique,
acaso todos nos entendamos.
Washington D.C., 28 de junio de 2002.
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