Leopoldo Teuco Castilla nació en Salta, Argentina en 1947. Ha publicado los siguientes libros de poemas: El espejo de fuego, 1968; La lámpara en la lluvia, 1971; Generación terrestre, 1974; Versión de la materia, 1982; Campo de prueba, 1985; Teorema Natural, 1991; Baniano, 1995; Nunca, 2001 (Premio de Poesía del Fondo Nacional de las Artes); Libro de Egipto, 2002; Línea de Fuga, 2004; Bambú, 2004; y El Amanecido, 2005. En el año 2001 fue publicada una Antología del autor por el Fondo Nacional de las Artes. En 1999 publicó El árbol de la copla. Como narrador ha publicado: Odilón, 1975 y La luz naranja, 1984. Fue invitado por la Unión Soviética para escribir un libro que la Editorial Progreso de Moscú publicó en 1990, Diario en la Perestroika. También es autor de Nueva poesía argentina, 1987; Poesía argentina actual, 1988; La canción del Ausente, cuentos, 2006 y la novela El Arcángel,
2007. Recibió premios nacionales e internacionales. En el año 1976 fue
perseguido por la Dictadura Militar y debió exiliarse en España.
Poesía suya ha sido traducida al inglés, francés, italiano, sueco,
portugués y ruso. Sobre su cuento La redada se filmó el largometraje homónimo dirigido por Rolando Pardo. Por su libro Nunca
recibió el Primer Recibió el Premio Municipal de Poesía de la Ciudad de
Buenos Aires 1998-1999. Nos dice el autor: “Rara esta tarea de
escribir poemas. Hacer una casa real con materiales desconocidos. Hace
siglos que nadie sabe lo que es la poesía. Sólo sabemos que sucede y
que oculta la naturaleza más profunda de lo visible y de lo invisible.
Nos toca obecedecer asombrados sus apariciones. Puede que sea una
especial dimensión que nos hace escribir lo que la poesía quiere cuando
ella quiere y como quiere. Por mi parte, en el camino se fueron
juntando poemas a la física oculta de lo que llamamos realidad; poemas a
este planeta que llevo años recorriendo para tratar de contar - dentro
de las pequeñas posibilidades de uno - sus maravillas. Una manera de
agradecer. Y otros más los empozamientos de uno, las injusticias y,
también, la muerte. Y todo para seguir aprendiendo. Y la poesía por ahí
cerca, mirándonos, sabiendo todo, sin decir nada.”
.......LOS MANSOS...............................a Irma Egea
Hay quien huye hacia dios,
no soporta ser visible;
otro que huye devorándose
mermando su camino;
los que huyen hacia la ebriedad
y quieren parecerse a todo
y están los que no huyen
porque el mundo es tan grande como ellos,
los mansos
que se abren en la atmósfera,
y al tiempo, intactos, cierran los piadosos párpados,
los que nunca supieron cómo se dice adiós.
.......LOS MANSOS...............................a Irma Egea
Hay quien huye hacia dios,
no soporta ser visible;
otro que huye devorándose
mermando su camino;
los que huyen hacia la ebriedad
y quieren parecerse a todo
y están los que no huyen
porque el mundo es tan grande como ellos,
los mansos
que se abren en la atmósfera,
y al tiempo, intactos, cierran los piadosos párpados,
los que nunca supieron cómo se dice adiós.
TEMA: LA VACA
de estar en paz con la gravedad,
cómodamente amoblada por dentro,
el salón del estómago y, apartados,
los depósitos urinarios,
la que calma, venerable, la ansiedad de la hierba,
la huida de los campos
la vaca con toda su profundidad
anodina
encima de la tierra, con sus ojos beduinos
y mortales
la que amamanta al ternero y a otras letales bestias,
demasiado sola si no fuera
por las maternales moscas,
vive en la mano de dios y, en un día sin salud,
desventurada, muere.
Extrañamente se ha vuelto pasto
de hombres o de pájaros carniceros.
Hasta que el viento o las hambrientas superficies
la dejan en los huesos. Entonces, se ve su calavera,
triangular, astada,
una bestia insurrecta
que ahueca la llanura,
quebranta el viento,
su aterrada arquitectura, el pozo de los ojos
devorando el futuro,
uno por uno
todos los nacimientos.
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a León Mansilla
La vaca rectangular, trazada de tal modode estar en paz con la gravedad,
cómodamente amoblada por dentro,
el salón del estómago y, apartados,
los depósitos urinarios,
la que calma, venerable, la ansiedad de la hierba,
la huida de los campos
la vaca con toda su profundidad
anodina
encima de la tierra, con sus ojos beduinos
y mortales
la que amamanta al ternero y a otras letales bestias,
demasiado sola si no fuera
por las maternales moscas,
vive en la mano de dios y, en un día sin salud,
desventurada, muere.
Extrañamente se ha vuelto pasto
de hombres o de pájaros carniceros.
Hasta que el viento o las hambrientas superficies
la dejan en los huesos. Entonces, se ve su calavera,
triangular, astada,
una bestia insurrecta
que ahueca la llanura,
quebranta el viento,
su aterrada arquitectura, el pozo de los ojos
devorando el futuro,
uno por uno
todos los nacimientos.
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