Todos los meses se realiza el "CAFÉ LITERARIO LETRARTE" en el Centro Cultural Eugenio F. Virla (25 de mayo 265, S. M. de Tucumán) - !!NO FALTES!!. Llevamos ya 10 años consecutivos.

Edith Abelli Carro (Neuquén)


  EDITH ABELLI CARRO

Nacida en la capital de Neuquén.  Maestra y Técnica en Empresa Turística. Ejerció la docencia en escuelas nacionales y provinciales.Concurre a talleres literarios en la ciudad de Neuquén y a integrado las antologías publicadas por los mismos. Fue premiada en obras escritas en prosa y poesía por el Fondo Editorial Neuquino.


                                  LA LUCHA DE LA LUNA

   El crepúsculo avanza. El día se apaga y la ciudad se desmaquilla lentamente. Poco a poco va borrando su policromía y desdibujando sus formas. Se aquieta, empalidece, se viste de negro y de noche.
   Las persianas de los comercios cierran, perezosamente, sus acanalados párpados. Las casas se hermetizan, se encogen, se acurrucan para proteger a sus moradores. Calles y veredas, vacías de pueblo y de color, se integran, mimetizadas, a un paisaje gris y amenazante que lo invade todo.
   La oscuridad arroja hombres vagabundos, niños desamparados, mujeres solitarias y temerosas. La luna se zambulle inescrupulosamente en el espacio azul en un intento desesperado por vencer a las sombras. Y aún cuando cambia de ropaje y de tamaño, sólo consigue agrandarlas.

                                                  SIN PALABRAS
 
-¡Mami! ¡Mami!... -grita Claudia cuando entra esa tarde a su casa. - Hoy estoy feliz, muy feliz. Si supieras…
Zulema, que no esta acostumbrada a escucharla irrumpir de esa manera, se vuelve sobresaltada.
-Pero hija, ¿Qué te pasa?...¿acaso te has vuelto loca?...
-No mama, perdona. Es que estoy tan contenta. Ya les contaré - dice bajando la voz, al advertir la presencia de su padre que pretende en vano concentrarse en lo que lee- Hola, pá…
Luego, muy compungida, abraza efusivamente a ambos y les anuncia:
-Hoy no cenaré con ustedes. Me invitó Marce.
Marce es un compañero de estudios por el que Claudia siente gran admiración, y un integrante del famoso cuarteto de los tragas. Así llaman en el curso al grupo que forman Claudia, Marcelo, Margarita y Pedro, porque siempre se destacan y habitualmente estudian juntos.
Zulema y Carlos se miran. No hacen ningún comentario, pero se saben preocupados. Zulema, porque presiente que su hija se ha enamorado y le cuesta aceptarlo, antes quisiera que terminara de estudiar. Carlos porque no termina de entender la forma en que, según él, se relacionan los jóvenes de este nuevo milenio. Tampoco comprende sus códigos, ni su lenguaje, ni sus formas de vestir y comportarse. ¡¿Cómo le puede gustar a su hija un carilindo pelilargo con arito?! Se pregunta.
 
Claudia, mientras tanto, se arregla. Esa noche quiere lucir muy linda para Marce. ¡Claro que esta enamorada! Hace mucho que lo sabe. Es más…
Desde que lo conoció se sintió atraída por él. La impresionó su porte,  su figura, su simpatía, su calidez. Y… sobre todo, se entendían tan bien…
Es cierto que últimamente lo había notado un tanto escurridizo, como si la eludiera. Días pasados, por ejemplo, observó que se ponía nervioso cuando ella, al acercarse a felicitarlo por el “diez” con que había aprobado Derecho Laboral, lo besó ligeramente en la mejilla.
…Pero no, debo descartar ese pensamiento –se dice- Quizá le pase lo mismo que a m. Yo también me pongo nerviosa cuando se acerca!! Lo que ocurre es que no debe saber cómo decirme que me ama. Seguramente hoy se me declara. Por algo me invitó a salir solos.
Un llamado de la mamá interrumpe de golpe su monólogo:
-Claudia, Claudia, tenés un mensaje de Marcelo. Yo no lo entiendo.
Apresurada lee:  “Clau, t esp. fte. +”
-Ah, si! Es Marcelo. Dice que me espera frente a la Catedral. ¡Hasta luego!...
 
Treinta minutos mas tarde Claudia y Marcelo, ya instalados en un restaurante céntrico, disfrutan de su cena y conversan. Su charla es amena, aunque tensa.
Por primera vez estamos solos, piensa Claudia.
Hoy tengo que decidirme, se dice Marcelo.
Después del postre ambos se miran sin hablar, como si se les hubieran acabado las palabras. 
En ese momento se acerca el mozo:
-¿Algo más, señores?
-Sí –dice Marcelo- Tráiganos un café. –y mirando a su acompañante la invita a compartir lo que queda de la cerveza.
-¿No crees que deberíamos brindar por algo? –dice entonces Claudia levantando su copa.
-Si –responde Marcelo- por nuestra amistad.
Y, a continuación…
-Tengo que confesarte algo mi querida Clau. Yo te quiero mucho, pero creo que no de la misma forma que vos. Lamentablemente, no te puedo corresponder. Debo ser sincero y confesarte mi verdad: no me atraen las chicas. Mi inclinación sexual es otra…¿podrás comprenderme?
No dijo nada más. Los ojos llenos de lágrimas de Claudia se lo impidieron.
Íntimamente le agradeció que no lo dejara solo.
Luego la acompaño a su casa en silencio… 

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