EUGENIA FLORES DE MOLINILLO
Eugenia Flores de Molinillo Profesora en Inglés de la Universidad Nacional de Tucumán. Master of Arts in English de la University of Connecticut, de Estados Unidos. Profesora titular de “Literatura de los EE.UU.” en la carrera de inglés de la Facultad de Filosofía y Letras (U.N.T.) hasta su jubilación. Dirigió proyectos de investigación auspiciados por el Consejo de Investigaciones de la U.N.T. sobre literatura y mito, y sobre poscolonialismo en la literatura. Ha publicado numerosos trabajos de investigación y artículos de extensión sobre temas literarios en nuestro país y en el extranjero. Compiló ensayos en La casa de Atreo I (1997), La casa de Atreo II (1998) y Las marcas del Imperio (2004). Es autora de un libro de poesía, Pasaje a Delfos y otras epifanías (1998), y una novela para adolescentes, La casa en los cerros (1977 y otras cinco ediciones), que fuera 2º premio nacional de Editorial Acme en 1975 para su colección “Robin Hood”.
COPLAS CON TIEMPO
Y somos sueños del Tiempo
dibujos en una trama
que no define su urdimbre
hasta que queda acabada.
Por las praderas del Tiempo
en vasto peregrinaje
viajan los hombres, creyendo
que es del Tiempo el largo viaje.
El Tiempo tiene una escoba
para barrer los recuerdos
¡Ay… si dejara los lindos
y se llevara los feos…!
Magia del Tiempo, caudal
que en su rumor enamora:
por la mañana seduce,
y a la tarde nos despoja.
El Tiempo guarda en relojes
secretos de luz y sombra:
los relojes nos los cuentan
mientras van dando las horas.
Para darnos y quitarnos
el Tiempo tiene poder
¡Quién pudiera equilibrar
el Debe con el Haber!
Cuando el Tiempo tiene tiempo
pinta de oro los días
y si sabemos mirar
también nos pinta la vida.
Dormidos prados de invierno,
primaveras encantadas,
verano azul... y en otoño,
el Tiempo cosecha y canta.
Y somos sueños del Tiempo
dibujos en una trama
que no define su urdimbre
hasta que queda acabada.
SIESTA
Sosegado silencio a la hora de la siesta:
mesurados rincones añejan lavanda y alhucema
por la casa dormida.
El agreste ritual del verano
se enreda entre naranjas y glicinas
transido de chicharras,
fervoroso de humedades y fecundas armonías.
Menuda la figura que se atreve
a desafiar consignas.
Breve revuelo de enaguas blancas
por las hondas galerías.
Si alguna vez he vivido en una casa así,
no fueron estos ojos sus testigos
ni estos pies los que sintieron
el frescor de sus baldosas.
No fui yo quien percibió esos sabios olores rezagados
en la pródiga cocina.
Si alguna vez he vivido en una casa así
fue desde otra sangre, también mía.
¿Olguita? ¿Antonia? ¿Virginia? ¿Mercedes?
Voy buscando tu rastro, madreabuela-hermana,
aquélla que una vez pude haber sido
una siesta de verano en un patio de provincia,
abriendo una puerta
y llenándome de soles el regazo
un aire cuajado de caricias.
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