Todos los meses se realiza el "CAFÉ LITERARIO LETRARTE" en el Centro Cultural Eugenio F. Virla (25 de mayo 265, S. M. de Tucumán) - !!NO FALTES!!. Llevamos ya 10 años consecutivos.

Gustavo Alberto Tisocco (Corrientes)

GUSTAVO ALBERTO TISOCCO 

Gustavo Alberto Tisocco nació el 25 de octubre de 1969 en, Mocoretá (Corrientes). Su infancia se nutrió de inmensos desvelos expectantes, fue en su pueblo que aprendió a amar las cosas sencillas de la vida, fue ahí donde entre naranjas y mandarinas, esbeltas y frágiles aves, calles de tierra y plaza desértica se nutrió de poemas nuevos.

Estudió Medicina en Corrientes Capital, donde se graduó de médico y se especializó en pediatría en el Hospital Pedro Elizalde (ex Casa Cuna). Terminó su residencia y actualmente realiza una post-básica de Neonatología en la Maternidad Santa Rosa de Vicente López.

Entre otras cosas, estudió teatro en el Centro Cultural Rojas y con Georgina Barbarosa. Realizó diversos talleres literarios, y todos los años despliega su amor por la danza bailando en la comparsa "Orfeo" de Monte Caseros (Corrientes).

Su primer libro: SUTIL... mezcla el encanto de la alegría con la proeza cotidiana de la desdicha, donde se entrelazan los sentimientos y brotan como rosas poemas que dan un cierto toque de magia a los que transitando diversas sensaciones hoy los leen.



(Corazón de níspero)



Recuerdo en la siesta

trepar la planta de nísperos

y ser el buscador del más dulce oro,

testigo que había un sol,

redondito y pequeño,

con el que hacíamos la guerra,

la ofrenda a Dios,

la corona de la reina.



Éramos con otros niños

como alondras,

habitando aquellas ramas,

aquel jolgorio.



Hoy ya no queda patio,

ni el abuelo podando

escalones y nidos,

tampoco el resplandor de la tarde.



Prisionero de tantas ausencias

lo fui extraviando todo.



Sólo guardo

mi corazón amarillo

                     que me salva.

 

(las hienas)



En el piso de arriba habitan las hienas.



Se muerden, se aglomeran,

se insultan y a veces

salen de compras.



Escucho crujir de noche sus camas,

alaridos como música

después el agua en la ducha.



Están también sus hijos

que traen el boletín escolar,

sueñan con las últimas zapatillas,

y festejan la navidad.



Ellas, las hienas, pasan frío y hambre

-igual sonríen-

descaradamente sonríen.



Yo, hermoso y erguido,

inevitablemente me marchito

en el piso de abajo.


Certeza



Tengo la certeza

de que mi abuelo Pedro se quedó dormido

y me lo robaron barcos piratas.



Sabido es que estos bárbaros

aglutinan fortunas,

trofeos, tesoros…

 

Cuando mi Príncipe

me despertó del sueño

más de siete enanos nos juzgaron.



Desde ahí, ese beso es mi gloria.



Ahora,

todas las manzanas

que nos ofrecen,

saben a veneno.

 

Para escribir un poema de diez hectáreas

tendré que convocar a todos los peces,

al mago que deambula en las noches,

al aroma de pan horneado,

a la espuma del mar.



Deberé resucitar a los que me dejaron,

retornar barcos encallados en la brisa,

zafiros y esmeraldas,

al niño que soñaba con ser espantapájaros,

al viejo campanario, al andén del pueblo aquel.



Pondré el nombre de mi madre,

los fantasmas de mi gente,

una gota de río, la caricia del sauce.

De la más ínfima hierba la fragancia,

del rompecabezas los enigmas

y de los ojos del ausente las plegarias.



Un poema de diez hectáreas insume tener frío,

dejarse llevar como una veleta,

despertar en el tango que nos desnuda,

ser cometa, buzón, arquero.

Que nos deslumbren los cuentos de sal,

el vuelo del colibrí,

y las estatuas en su jaula.



Que tenemos un país herido no debo olvidar,

que hay abuelas que esperan y

una isla llena de lápidas y voces en la bruma.

Que el Crucificado sigue siendo crucificado,

que se mutilan a diario tantas alas,

que se ríen en el norte de los que pernoctamos aquí en el sur.



Y cuando me falten palabras para las diez hectáreas

acudiré a tu nombre, tus pies de duende,

a tu beso, tu sexo enhiesto,

tu mirada verde, a tus dudas y certezas,

a tu valle encantado,

a tu insomnio, a tu alcohol.



Sólo ahí nacerá el poema,

                             grito extendido

                                     inmortalidad cierta.



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